Originalmente presentado en la Trienal de Investigación FAU 2011 (Caracas, Venezuela), el arquitecto chileno Juan Pablo Urrutia reflexiona en el artículo "Formación de arquitectos con espíritu emprendedor" sobre el mercado laboral de los arquitectos en Chile.
Desde 1980 hasta la fecha se han creado 48 escuelas de arquitectura, titulando más de un millar de arquitectos al año para un país de 17 millones de habitantes. Ante la eventual sobreoferta de colegas, el autor plantea que el espíritu emprendedor puede ser la "potencial solución para ejercer profesionalmente, recuperar campos perdidos, encontrar nuevos nichos e instalar el discurso arquitectónico a nivel país".
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Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el orbe se polariza: un bloque liderado por los Estados Unidos -promotor del sistema capitalista neoliberal-, y en la contraparte, la Unión Soviética -socialismo estadista como vía de gobierno-. Chile no quedó ajeno a esto, lo que se reflejó en graves conflictos políticos y sociales durante el último cuarto del siglo XX, que derivaron finalmente en que el país adoptara el modelo neoliberal.
Como consecuencia, la presencia del Estado disminuyó cada vez más en cuanto a cobertura de bienes y servicios, mientras que el Mercado surgió como un protagonista en progresivo crecimiento en reemplazo del sector público. En este marco, la producción arquitectónica pasa de tener un cliente “seguro” como el Estado de bienestar a un cliente dinámico y cambiante: el sector privado. La inclinación hacia la privatización sucede en todo ámbito, ya que incluso las obras promovidas por los gobiernos son presentadas a licitación para ser desarrolladas por agentes privados. Esta situación está muy lejos de cambiar, ejemplo de ello es que a fines del siglo XX el bloque socialista se disolvió y por consecuencia sus planteamientos fueron reemplazados por el sistema de administración capitalista.
En Chile, a pesar de que los últimos cuatro gobiernos pertenecieron al bloque opositor a la derecha (defensora del modelo neoliberal), sus políticas económicas siguieron siendo las mismas: este escenario implicó el traslado de la oferta laboral al sector privado, lo que junto a la creación de nuevas universidades, generó tres grandes problemas a la profesión: 1) proliferación de arquitectos versus lento crecimiento de la superficie construida, 2) aparición de nuevas profesiones que restan espacio al campo laboral, y 3) poca proactividad de los arquitectos debido a una formación desactualizada que supone al Estado o el mecenas como cliente.
La reforma educacional de 1980 permitió la creación de universidades privadas, por lo cual nace un grupo importante de instituciones que imparten la carrera de arquitectura: 6 en los años ochenta, otras 16 escuelas de arquitectura en los noventa y 22 en la última década, completando un total de 48 escuelas en el país. Por consecuencia, el número de profesionales ha ido creciendo de manera constante, entre 1997 y 2011 la cantidad de titulados por año aumentó en un 764%. Esta cifra se incrementa sostenidamente año tras año con más de 1.100 nuevos arquitectos anuales, sin considerar las 16 escuelas que iniciaron actividades hace menos de 5 años y que aún no poseen egresados, esta situación hace preguntarnos si es que el campo laboral de este tan admirado profesional es tan prolifero como su exuberante multiplicación anual. Si esta situación se contrasta con las mediciones del Instituto Nacional de Estadísticas con respecto a la totalidad de m2 construidos en el sector público y privado juntos a la fecha, éstas no registran una tendencia creciente como la de arquitectos titulados por año, sino que en el mismo periodo (1997-2011) sólo ha aumentado en un 34% a diferencia del 764% de nuestros colegas. Entonces cabe preguntarse: ¿a qué se están dedicando los nuevos arquitectos?
También el arquitecto ha postergado ciertas actividades que le corresponden por ley, quedando en manos de otros profesionales y técnicos, siendo una competencia imbatible para los arquitectos debido a la alta especialización de su competencia, tales como constructores, diseñadores, geógrafos, corredores de propiedades, administradores de inmuebles, paisajistas, dibujantes, restauradores, etc. Los arquitectos han dejado de ser lo suficientemente aptos en áreas en que supuestamente está preparado para ejercer, entregando no sólo espacios en el ámbito de la construcción, sino que también liderazgo en la toma de decisiones sobre políticas que afectan el desarrollo de nuestras ciudades.
No sólo es necesario recuperar los antiguos espacios laborales si se quiere combatir el desempleo, sino que además se deben expandir las alternativas de desarrollo profesional y las maneras de ejercer. No se puede esperar que alguien venga a buscarnos para encontrar un trabajo, pero mucho menos para encontrar nuestro camino como arquitectos. Es básico preguntarse, cómo crear nuevos nichos y qué nuevas capacidades es necesario reforzar o crear para hacer frente a este problema, ya que claramente los más afectados son los arquitectos recién titulados, quienes al salir de sus escuelas se ven enfrentados ante la contraposición entre la simulación proyectual académica y la complejidad de exigencias del mundo laboral real.
Más allá del quehacer arquitectónico, el arquitecto debería ejercer un rol en la sociedad, que al parecer hoy no es protagónico, escenario que es ocupado por otros profesionales, como los abogados, médicos, ingenieros, economistas, etc. tanto en el sector público como en el privado. El arquitecto con su visión multidisciplinaria y de conocimiento articulador entre técnica, ciencia y humanismo, estaría capacitado con una mirada más amplia que otros para ejercer liderazgo con conocimiento validado, pero ¿por qué no lo hace?.
Emprendimiento
Ser un profesional proactivo es la condición que permitiría la recuperación de campos dominados por otros profesionales y técnicos, también para buscar nuevos nichos laborales relacionados a la arquitectura, y desarrollar una actitud más activa para influir y promover cambios, cuestión que se podría abordar asumiendo el perfil de un arquitecto con espíritu emprendedor. Así, el profesional podría cultivar una actitud más expectante con lo que sucede a su alrededor, tendría las habilidades para identificar una carencia en la sociedad y un nuevo nicho en el mercado, además de la capacidad para plantear una solución con herramientas que lo habilitarían para moverse y comunicarse efectivamente en el actual modelo.
Iniciándose el siglo XX, se relacionó el concepto y rol del emprendedor a la economía por Joseph Schumpeter, también se amplió en términos socio-económicos al estudiarse aquel conjunto de conductas como agentes centrales en los procesos de cambio de aquella época por el sociólogo y economista Max Weber y donde se identificó como un factor determinante de la innovación. Actualmente se entiende como una personalidad emprendedora a la persona con rasgos de innovación, flexibilidad, dinámica, con capacidad de asumir riesgos, creativa y con una orientación al crecimiento, sin embargo popularmente suele identificarse erróneamente sólo como el que inicia y opera una empresa.
El desarrollo de la capacidad emprendedora, es estratégicamente importante para el desarrollo de los países, tanto por su capacidad de generación de empleo, como por sus posibilidades de realizar productos poco masivos y de adaptarse rápidamente a los cambios. Actualmente la manera de enfocar la vida en torno a una carrera ha cambiado, básicamente a causa de las nuevas economías basadas en el conocimiento.
Debido a este nuevo contexto, no se dispone de la continuidad de conocimiento que otorga una carrera universitaria, nuestra cultura educativa y corporativa orientan a las personas para convertirse en receptores de peticiones, a que resuelvan problemas, suponen un mundo en el que quienes dan y quienes reciben las peticiones están en categorías establecidas y los problemas llegan a nosotros tras una definición previa. Los emprendedores están más expuestos a las transformaciones del mercado; su permanencia depende más de reinventar continuamente sus productos y servicios; y su éxito depende menos de sus conocimientos expertos profesionales que de otras aptitudes para movilizar a otros para que se conviertan en colaboradores de la causa del emprendedor. La vida emprendedora se rige por aportar valor a la comunidad mediante algún producto o servicio nuevo, por ejemplo, en las anomalías sociales, los emprendedores ven oportunidades para nuevos productos y servicios.
En la década de los ’80, Howard Stevenson, de la Universidad de Harvard interpretó la mentalidad emprendedora como un sistema de gestión apoyado más en las oportunidades que en los recursos. Investigaciones posteriores señalan que el emprendimiento no está relacionado con características de la personalidad sino que con una forma de comportamiento, que puede ser cambiado y aprendido. Como experimentadores, ni responden a las verdades de los profesionales anteriores ni siguen rutinas establecidas, permanentemente buscan nuevas formas de resolver discordias constantes. Hay emprendedores sociales y emprendedores cívicos, así como emprendedores comerciales. Gracias a este tipo de comportamiento las personas se verán beneficiadas al adoptar un espíritu emprendedor, mejorando de esta manera la condición de vida de su comunidad.
Arquitectos con espíritu emprendedor
Parte de la metodología de investigación de este trabajo consistió en presentar a un grupo de profesores universitarios el perfil del profesional genérico con espíritu emprendedor, luego se les consultó sobre arquitectos poseedores de tales competencias, generándose una lista de nueve arquitectos que fueron estudiados y entrevistados.
La información extraída de las entrevistas permitió obtener como resultado, la configuración de dos tipos de identidades profesionales, formuladas a raíz de la percepción del entorno que tiene cada uno de ellos, cómo lo definen y cómo creen que es necesario moverse en él. La diferencia de perspectiva se hace patente por la carga ideológica en el trasfondo de su discurso, mientras unos hablan de identificar deficiencias en la sociedad, otros hablan de analizar el mercado y detectar nuevos nichos.
Otra discrepancia entre los grupos se observa cuando algunos se refieren a las políticas públicas como un ámbito de conocimiento vital para los arquitectos, mientras el grupo más joven enfatiza en la relación con la empresa como factor determinante para el desarrollo profesional. Bajo estas circunstancias es necesario clarificar que la actitud de emprendedor aparece en ambos grupos, es decir, que ésta mentalidad no está necesariamente relacionada con alguna ideología. Al grupo del rango etario superior se le denominó “emprendedores sociales”, aunque incluso algunos de ellos se desempeñan con su propia empresa en el mercado, pero con la diferencia de que su iniciativa parte de la solución de un problema social. El segundo grupo, de los más jóvenes, es catalogado como “emprendedores de mercado”.
El análisis de la información obtenida permitió definir un serie de competencias, contenidos y estrategias metodológicas necesarias para formar a un arquitecto con espíritu emprendedor, elementos que eventualmente podrían ser considerados e incluidos en los planes formativos de las carreras de arquitectura para hacer frente a la sobreoferta de arquitectos, la especialización de otros profesionales en áreas de arquitectura y el bajo nivel de influencia de nuestra profesión.
Finalmente, podría afirmarse que es urgente la reestructuración curricular en las escuelas de arquitectura para sintonizar con el medio laboral y la sociedad en su conjunto. Se hace indispensable crear las condiciones para formar arquitectos con espíritu emprendedor, de manera tal que nos transformemos en agentes activos e influyentes en función del bienestar común. Sin embargo para tomar posición del tema en la formación, surgen preguntas tales como: ¿qué sería necesario hacer para revertir las percepciones negativas que se tienen del concepto de emprendimiento?, ¿es posible que personas que fueron educadas para ser dependientes estén capacitadas para formar emprendedores?, ¿estamos dispuestos a redefinir la profesión?
Bibliografía
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Juan Pablo Urrutia es Académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la U. de Chile y co-Fundador y Director del Grupo Arquitectura Caliente. Es Magíster en Dirección y Administración de Proyectos Inmobiliarios de la U. de Chile, Master (MPA) in Public Policy and Management de la London School of Economics y Master (MPA) in Economic and Territorial Development de Sciences Po Paris. Últimamente está colaborando en el desarrollo de la XIX Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Chile como director de la muestra académica.
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